La Disgrafía es un trastorno funcional, es decir, que no está causado por una lesión cerebral o sensorial, ni por una deficiencia intelectual, y que afecta a la grafía, es decir a la forma o trazado, de las letras. Como ya señaló Ajuriaguerra en su “Manual de Psiquiatría Infantil”: “Será disgráfico todo niño cuya escritura sea defectuosa, si no tiene ningún déficit neurológico o intelectual que lo justifique”. A esta Disgrafía también se le conoce por Disgrafía Primaria, Disgrafía Evolutiva y Disgrafía Funcional.

Aquí nos estamos refiriendo, por tanto, a la Disgrafía Motriz o Disgrafía Caligráfica, es decir, a la que afecta a la forma de la letra. Dejamos de lado la llamada Disgrafía Disléxica que se refiere a los errores de la escritura ligados a la dislexia (omisiones de letras, uniones y separaciones de palabras, inversiones, etc.).
Cuando las dificultades en las grafías no son funcionales sino que están causadas por otros problemas entonces se habla de Disgrafía Secundaria o Disgrafía Sintomática. Algunos de esos problemas son: deficiencia intelectual, deficiencia visual, deficiencia motórica, trastornos neurológicos, absentismo escolar, dispedagogías y trastornos emocionales.
También se habla de Predisgrafia, cuando encontramos dificultades gráficas en niños menores de seis años, que podrían posteriormente presentar trastornos disgráficos.
Independientemente de todas estas clasificaciones, vamos a centrarnos en los aspectos descriptivos, considerando como escritura disgráfica aquella que presenta dificultades para interpretarse o decodificarse
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